id

feva

chu

CONTENIDO
REPORTAJES
ENTREVISTAS
SOCIALES
BUZÓN DE SUGERENCIAS
CURIOSIDADES DEL
UNIVERSO...
guia GUIA HOLÍSTICA PROFESIONAL
directorio DIRECTORIO
ESOTÉRICO
CARTAS
A  LA
REDACCIÓN
ENLACES
de Interés
(Links)
LOS
COMENTARIOS DE CUPERTINA
AGENDA HOLÍSTICA
LIBROS!!
Busque su pareja
 perfecta en el amor...
TABLA DE AFINIDADES
OLAS EN EL OCEANO DE LA VIDA
Por astr. Leonardo Díaz - Maturin, Venezuela
 profesorleonardodiaz@gmail.com
Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año. La luz viaja a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo.
Las estrellas que observamos en el firmamento son la luz emitida por las estrellas hace miles de años luz, según la distancia de cada estrella.
La distancia media del Sol a la Tierra es de aproximadamente 149.600.000 kilómetros y su luz recorre esta distancia en 8 minutos y 19 segundos
Significa que el Sol que observamos en este mismo instante es un Sol de hace 8 minutos 19 segundos. Significa también que las estrellas que observamos en el firmamento nocturno son luces de hace miles de años. En conclusión lo que observamos es el pasado.
Esta dimensión física del universo no nos permite observar el ahora, por lo que nuestra observación queda distorsionada por el factor tiempo – espacio.
¿Cómo son en realidad, en este mismo instante, esas galaxias, soles, planetas distantes a millones de años luz? No lo sabemos, ya que desde esta dimensión física o tiempo - espacial solo podemos observar el pasado.
El ahora, el presente sin tiempo, corresponde a una realidad espiritual donde el tiempo – espacio no se manifiesta. La luz, tal como la conoce nuestra mente binaria, no es la luz verdadera, la luz del espíritu no viaja a velocidad alguna por el mundo fenoménico del tiempo – espacio. Eso que llamamos velocidad de la luz, es un fenómeno de percepción dado el estado de la materia por la que observamos la manifestación de la luz.
Los tratados más antiguo que conoce la humanidad nos hablan de; mas allá del mundo fenoménico existe una realidad última, el absoluto, que este absoluto, Dios o como le llamemos se encuentra como principio dentro de la composición multidimensional o fenoménica del mismo ser humano. Que Dios, la Luz Perpetua, la Realidad, es la causa de todo.
Podemos intentar comprender el fenómeno de la existencia por analogía con las olas que se suceden en el océano. Nuestras individualidades existen como fenómenos temporales manifestados en el océano de la vida. Nuestra inmortalidad no se encuentra en salvar las olas temporales, sino en disipar el espejismo universal que hemos creado y descubrir que somos el océano, la vida trascendente, la inteligencia suprema que manifiesta lo causal y fenoménico. Querer salvar, volver trascendente nuestras personalidades es como intentar inmortalizar una ola. Podemos poner un nombre a la ola, crearle una historia, incluso divinizarla mediante un sistema de creencias, pero al final la ola ha de romperse y volverse océano, retornar a su grandeza, volverse una en Dios.
Más allá de nuestras necesidades humanas de seguridad y salvación de nuestras individuales, urge comprender a Dios, al todo, desde una nueva perspectiva, un nuevo estado de conciencia, SOMOS OLAS EN EL OCEANO DE LA VIDA. Al comprender el significado profundo de esta realidad espiritual, todos los dioses e ídolos caerán de los altares fosilizados del viejo paradigma. Descubrir que todos somos hermanos en la unidad del océano de la vida inteligente, infinita y maravillosa, nos reconcilia, nos descentraliza y nos devuelve al espíritu, ese YO SOY ESO, que nos habita mas allá de lo fenoménico. Volvernos conscientes de que este mundo fenoménico está regido por leyes como la causa y el efecto entre muchas otras aun incomprensibles, dará un nuevo sentido a la civilización naciente. Comprender que lo fenoménico es una especie de danza cósmica maravillosa en la que esa vida se recrea rítmicamente, nos permite transitar armoniosamente, respetándonos como unidades temporales, como flores que saben que son hijas de la eterna primavera que aparece  periódicamente.
Las religiones y la cultura espiritual que pretenda vendernos la inmortalidad de la personalidad están destinadas a enfrentar la realidad espiritual que la ciencia nos está demostrando. Cuando viajando al interior del microcosmos descubre la ciencia que la partícula- onda es un portal del absoluto que se nos revela. Dios está siendo descubierto, la noticia es que no tiene rostro, es un océano de luz.
En la nueva era el Dios primitivo que aun conservamos en la memoria colectiva, morirá de muchas formas para renacer desde una visión trascendente donde nuestro yo no sea el centro, donde el centro es el océano de la vida una que todo lo contiene y todo lo manifiesta.
En la historia hubo un momento en la que los humanos abandonamos las creencias en muchos dioses, politeísmo, para comenzar a pensar en un Dios único monoteísmo, el paso siguiente de despojar a ese Dios de toda visión antropomórfica despersonalizarlo, dejar de percibirlo como creador separado de sus criaturas.
El Budismo nos habló del nirvana, el cristianismo de la gloria de los cielos. Los que descubrieron la verdad nos la revelaron amorosamente atendiendo a la estatura de nuestra evolución. Jiddu Krishnamurti se acercó a esta realidad en tiempos modernos. Desde la ciencia David Joseph Bohm nos dio la primicia de un nuevo paradigma, Dios es mente, principio auto-organizador de todo. Albert Einstein nos indicó que las matemáticas que conocemos son apenas ejercicios de niños de primer grado.
El viaje en el que somos proyectados desde la misma Mónada, pasando por el Cuerpo Causal, Mental, Astral y Físico es una danza, los que se apegan se pierden y quedan presos en la rueda. Todo nace y muere desde la visión del mundo fenoménico, pero lo que llamaos muerte es solo el ingreso al océano, siempre le hemos llamado retorno a la casa del padre.
Cuando nuestras conciencias se expandan nos daremos cuenta de que estamos danzando en medio de una luz. Esta nueva conciencia podrá observar, sin miedo, sin ansiedad, la personalidad y a la vez su trascendencia en el todo sabiéndose inmortal del otro lado del individuo, entonces seremos capaces de experimentar el verdadero éxtasis del amor disipándose el espejismo de la separatividad.
La inmortalidad está en la vida inmortal que compartimos, la parte separada se vuelve mortal, ella es fenómeno. 
No tengamos temor de morir como ola, de morir como gota de agua cuando sabemos que retornamos permanentemente, que somos el Dios Uno, en el océano que siempre hemos sido. El mal del mundo, si es que existe el mal, consiste en la interpretación de nuestra rudimentaria mente concreta que observa el mundo de los objetos como entidades separadas, esta vieja mente condicionada por su propia forma de ver e interpretar.
En este viaje, en esta danza estamos avanzando en la disipación de nuestros propios espejismos. Pronto tendremos una nueva mente que nos permitirá vernos como corporificas iones temporales de la eternidad, el salto de liberación será extraordinario. Esta verdad palpita en el interior de todos. Los nuevos rituales espirituales consistirán en la práctica de danzas que nos recuerden esa totalidad, de música que nos reintegre a la fuente. Mientras la ola dure, vivamos armoniosamente, felices, sin complicarnos la vida. Somos inmortales, somos todas las olas y todas las gotas de agua.  Mi altar favorito, el mar.
diciembre de 2012
Rev Dig UNIVERSO Nueva Era

articulos Pulse aquí para volver a artículos
portada Pulse aquí para volver a portada