Por Luna Godel – Entender el tiempo tiene que ver con la forma en que lo medimos, así como la forma en que lo percibimos depende de la unidad de medida que utilizamos, de ahí la sensación lineal de que existe un pasado que vamos dejando, un presente que dura un instante y un futuro siempre por alcanzar. Para Platón el tiempo era “la medida del movimiento ordenado”; desde el punto de vista astrológico el tiempo es visto de forma espiral y se organiza según los ciclos planetarios. Esto significa que los inicios marcan un nuevo proceso tomando las experiencias del ciclo que se acaban de cerrar, por eso dibujamos la carta natal en un círculo en el que podemos darle seguimiento a cada uno de los periodos que experimentamos.
Un movimiento cíclico, es aquel que se repite periódicamente, mientras que el hecho de que este se lleve a cabo de forma temporal, se refiere a que existe en una realidad en cambio constante, de esta forma los eventos personales, transpersonales y mundiales dependen de estos ciclos temporales y de la forma en que los percibimos dándole sentido al libre albedrío de la existencia humana.
Si hablamos de como llegamos temporalmente a la era de Acuario, tendríamos que relacionarlo con el desplazamiento del eje de giro de la tierra en su punto equinoccial al dar la vuelta completa sobre su propio eje, lo que toma 25,776 años terrestres; considerando que durante este tiempo, el punto vernal de la tierra cruza por cada una de las 12 constelaciones del zodiaco, justamente en lapsos de 30 grados que serían aproximadamente dos mil cien años en cada signo (dependiendo de la inclinación de cada signo en la banda celeste) a los que llamamos “eras”.
A este ciclo también se le ha llamado “gran año” ya que equivale proporcionalmente a un año desde otra perspectiva del tiempo de la tierra, o “año platónico” debido a que fue Platón en el Timeo quien señala la doctrina del Gran Año como período necesario para que todos los astros completen de modo simultáneo sus diversas revoluciones retornando a su posición original.
Desde la tierra percibimos el ciclo de los planetas en relación a la distancia y a la velocidad de traslación de cada uno de los astros que rodean al Sol de nuestro sistema como punto de eje central del mismo. Mientras más alejado se encuentre un planeta de nuestra estrella, más tiempo terrestre lineal le toma dar la vuelta alrededor del sol.
Así es como Plutón tiene un año de 247 años terrestres; a Neptuno le toma 165 años darle la vuelta completa al sol, 14 años por signo y Urano tarda 84 años en recorrer la órbita alrededor del sol, permaneciendo 7 transformadores años en cada signo. A estos planetas en astrología los llamamos transpersonales porque dada la distancia en que se encuentran, su influencia traspasa lo individual, extendiéndose a lo colectivo.
La consciencia colectiva responde a diferentes procesos evolutivos que pertenecen al signo correspondiente de la era; lo que Jung llamó “arquetipos”, eventos aparentemente desconectados del hombre pero que operan como patrones psicológicos de conducta en el inconsciente colectivo.
En los planetas más cercanos las Sol, los ciclos son mucho más cortos desde el ciclo lunar que es de casi 28 días, el periodo de tiempo de 365 días que toma la tierra en dar una vuelta completa al sol que llamamos año, el de mercurio 88, venus hasta los 29 años terrestres que toma solo uno del planeta Saturno.
Como vemos, el tiempo depende de un todo y de la perspectiva desde la cual decidas medirlo; de la información que recibes y de cómo la administras y clasificas. El tiempo lineal como lo conocemos depende de tu percepción, el pasado solo existe si tu mente permanece en él, es como ver una película muchas veces, ya no puedes cambiarlo solo tus emociones lo mantienen. El futuro se construye con el trabajo del presente. Solo existe el “aquí” que involucra todos los lugares y el “ahora” que se refiere a todos los tiempos.
El tiempo desde la perspectiva de los humanos, tiene un efecto doble, por un lado, actúa como un guerrero misterioso que acecha segundo a segundo; en cada amanecer, ciclo de la luna, o de cualquier planeta nos deja la huella de su paso irreversible, por otro, está relacionado con la cantidad de energía vital que poseemos, cuando esta se agota, el tiempo personal se detiene; por eso es el bien más valioso que tenemos y el guerrero invencible ante el cual perderemos la última batalla.
Mientras tenemos tiempo, debemos mirar en las infinitas posibilidades del “ahora”, buscar ser objetivos, estar atentos a nuestras percepciones; venimos a este planeta con mucha información, tenemos que aprender a ver nuestro ciclo de vida como un proceso de aprendizaje para experimentar todo tipo de emociones, hacer de este tránsito por la tierra un viaje amoroso y transformador; trabajar en el día a día un despertar interior que nos permita procesar lo mejor de nosotros mismos.

Fuente: FRECUENCIA INVISIBLE – Viaje al universo interior
Revista Digital UNIVERSO Nueva Era