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El 'Sacerdote' del agua
Por Patricia Lora |
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Tigua Nika Sua, mensajero de la sabiduría muisca, tiene el poder de
encantar el agua con palabras dulces y de mover 'las aguas' de hombres
y mujeres que olvidaron la importancia de estar en armonía con la Madre
Naturaleza.
'Cuando un hombre es considerado, sabrá el agua que
utiliza. Cuando considera a los demás y todo lo que existe, la lluvia
es respetuosa con él. Cuando un ser es amoroso, sus aguas internas lo
harán más saludable', asegura.
Sentado, vestido de blanco de
pies a cabeza, toma un cuenco de calabazo y frente a 70 bogotanos
expectantes, bendice el agua en lengua muisk kubun y reverencia a los
dioses muiscas.
Es una noche fría de agosto en el Planetario
Distrital, donde cada uno participa de este ritual para comprender el
sentido de la armonía entre el hombre y la naturaleza. Buscan también
al endulzar con palabras las aguas del cuenco, curar los dolores del
cuerpo y del espíritu.
'Soy un chiquie, un mensajero de lo
invisible, es decir del hablar y del sentir'. Dice ser médico
tradicional muisca y estar autorizado por sus mayores para enseñar sus
conocimientos de sanación del cuerpo, el alma, la mente y el espíritu.
Es
un muisca de los de Monguí, hijo del Indio Rómulo, y junto a su grupo
busca conservar las tradiciones de familias que han vivido por décadas
en las mismas tierras.
'Recuerdo el momento en que nací, las
cortinas rojas del cuarto; mi madre, la venerable nana Doña Conchita;
mi padre tocando afuera con los tiples y las guitarras música
colombiana, feliz de mi llegada; el sol esplendoroso que entraba por la
ventana a las 10 y 45 de la mañana'.
También es hijo de
Chiminigagua, creador y formador del mundo, de Bachué la madre
progenitora, y de Bochica el padre de la civilización. 'Somos los más
antiguos de la tierra. Hemos sostenido la energía de Amú, el lugar
donde viven los muiscas. Siempre viviremos donde haya agua, somos los
cuidadores en la tierra del agua'.
Protectores de Sie (el agua),
desde los orígenes del mundo mantuvieron el orden natural de las cosas
que hay en la naturaleza. Tigua recuerda que desde los antiguos 'todo
estaba perfectamente manejado', los riegos no provocaban inundaciones
porque la fórmula muisca estaba diseñada para que el agua no quedara
empozada generando desastres.
Pero la necesidad del desarrollo
de la ciudad rompió el orden natural construido por sus primeros
habitantes. 'Hubieran podido ingeniarse la forma de, aún haciendo las
vías, hacer que el fluido del agua se sostuviera'. Para Tigua los
humanos desconocemos los ciclos de la Madre Naturaleza y que debemos
`pedirle permiso' para vivir en armonía con ella.
Por eso este
médico indígena tiene una escuela de conocimiento autorizada por los
mayores muiscas de la capital. En ella enseña a cientos de 'hombres y
mujeres racionales' como entrar en el mundo del sentir, como aprender a
vivir en armonía con la Madre.
'No podría decir como en esos
avisos que el agua es la vida porque es una absoluta falsedad. Es una
participación simbólica de la Madre Naturaleza que ofrece para que
nosotros tengamos de alguna manera un estar en ella. Ella es la
expresión máxima del sentir de la Madre'.
La palabra vida es
para Tigua el perfecto equilibrio y posición que tiene un ser humano
consigo mismo. 'No podemos apartar de nosotros la energía de la vida y
el agua'. Por eso para él el problema básico a solucionar en la ciudad
no es tan sólo la limpieza y descontaminación de sus ríos y fuentes, es
mejorar el alma de los que habitan en ella.
Para esto sugiere
que los bogotanos tengan reverencia en sus corazones, es decir,
capacidad de respetar todo cuanto existe en la naturaleza. Eso incluye
al agua de los ríos, la que cae en forma de lluvia, la de las lagunas,
la que vive dentro de los seres humanos.
Con esa misma
reverencia y sus cantos utiliza su poder de hacer que la lluvia caiga y
que el agua florezca de nuevo. Chingaza, Siecha, la laguna de
Guatavita, Fúquene, y más recientemente Teusacá en Cota, han sido
testigos de sus 'encantos' convertidos en ceremonias.
Pero
para Tigua la reverencia por la vida y el agua no es sólo asunto de
chamanes indígenas, es una vivencia diaria de quienes habitamos en esta
ciudad. 'Cuando abra sus ojos y bendiga el día, cuando llegue el
mediodía y vea que ha ofrendado algo a la tierra y cuando llegue la
noche y haya agradecido todo lo que le pasó, esa será la más grande de
las ceremonias'.
Fuente: Editora Portal Bogotá
Fotos: Tigua Nika Sua |
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